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La importancia de la memoria

La importancia de la memoria

En una reunion comercial que tuve hace unos días, me paso algo muy interesante. Estaba sentado discutiendo un par de asuntos y de repente surgió una situación que requería que me acordara de un dato específico que no tenía presente en mi memoria temporal, en fin, no sé por qué razón, pero mi mente trajo a colación un argumento que cambió el curso de la reunión... hasta parecía que sabía! Total, este hecho instintivamente, me permitió revisar algo de la información que estaba en mi memoria. Al salir de la reunión me quedé CabeceAndo acerca de cómo la memoria había jugado a mi favor, es más veámoslo al revés..., qué hubiera ocurrido si este concepto no hubiera llegado en ese momento de la toma de desiciones, es más creo q no hubiera salido tan contento!! Es raro, pero cuando abrí este blog hace unos días, de repente siento ganas de escribir mmm raro, en fin… el caso es que desde este día empece a leer algunos conceptos acerca del funcionamiento del cerebro, es más, al revisar más detalladamente algunas lecturas de personajes que están dejando huella en nuestros días, entendí que parte de su éxito , radica en el uso de su memoria en los "momentos de verdad". Esto sí que me puso a pensar, es como si se definiera un rasgo fundamental, entonces me llegó la hora de revisar a fondo el uso del termino "tengo muy mala memoria para …." y sus posibles implicaciones ¿Saben qué pasa cada vez que decimos esto? ¿Acaso es la excusa que pensamos antes de hacer el esfuerzo de usar aquel músculo, cada vez que lo necesitamos? Nombres, lugares, palabras, números, en fin…es extraño pero así es, es más, si nos ponemos a pensar en las personas que en algún momento generaron cierta admiración, podríamos ver que una de las virtudes que tienen, entre muchas, seguramente es la memoria. De hecho, si me detengo un poco, en un articulo enviado por un gran amigo sobre el CEO de Apple Computers, Steve Jobs, veo que a esta situación la llama "connecting the dots" o "Conectando los puntos", esto describe perfectamente la usabilidad de la memoria. Aquí no voy a revisar nada que haga referencia a la medicina, ni a la filosofía.., simplemente revisaré algunos hechos aplicados... Steve Jobs describe ésto con una pequeña historia que a continuación cito: "... Reed College en ese entonces ofrecía quizás las mejores clases de caligrafía en el país. A través del campus cada poster, letrero y dibujo, tenía hermosa caligrafía manual. Como yo me salí de la universidad no tuve la oportunidad de tomar las clases normales, y decidí tomar la clase de caligrafía para aprender cómo hacer esto tan bello. Allí aprendí sobre fuentes serif y san serif , sobre cómo se debe variar el espacio entre las diferentes combinaciones de letras y sobre lo que hace a la tipografía algo tan grandioso. Esto fue hermoso, histórico, artísticamente sublime, en el sentido de que la ciencia no lo pueda capturar, y esto lo encontré fascinanate.

Nada de esto hubiera tenido esperanza de ser aplicado en mi vida práctica pero 10 años después, cuando estabamos diseñando la primera computadora Macintosh, todo volvió a mi. En ese momento incluimos diferentes tipografias en el MAC y logramos el primer computador que tenía hermosas tipografías. Si nunca hubiera entrado a ese curso en particular en la Universidad, el Mac nunca hubiera tenido multiples tipos de fuentes. De allí fue que Windows copió al Mac, parecía que ningún computador personal lo iba a tener, hasta entonces. Si nunca hubiera renunciado a los cursos tradicionales en la universidad y entrado a tomar las clases de caligrafía, quizás los coputadores personales no tuvieren las hermosas tipografías que tienen ahora. Por supuesto que hubiera sido imposible "conectar los puntos" mirando hacia adelante cuando estaba en la Universidad, pero fue muy pero muy claro mirar hacia atrás diez años después."

Entonces, podríamos decir que muchas de las decisiones que tomamos en nuestro día a día se fundamentan en recuerdos y datos guardados en lo más recondito de nuestro cerebro..., y qué tal si lográramos ver más allá de lo evidente..., ver mas allá de lo que los demás no pueden ver... "conectar los puntos"

3 comments:

Anonymous said...

Brillante articulos

Anonymous said...

Introducción: The Knowledge
La primavera pasada, una noticia recogida por la BBC llamó mi atención.
Científicos del London University College habían descubierto que los cerebros de los taxistas londinenses tenían el hipocampo más grande que los de las personas que no conducían taxis por Londres.

No sólo lo tenían más grande (de media, que se dice en estos casos) como colectivo; el crecimiento del hipocampo era más acusado en aquellos profesionales que llevaban más tiempo en el oficio. Ser taxista en Londres hace que le crezca a uno el hipocampo, vaya.

La causa de este crecimiento se atribuye al hecho de que para obtener la licencia, un taxista ha de conocer de memoria el intricado callejero londinense, también conocido como The Knowledge

El Conocimiento, con K mayúscula. El Conocimiento por antonomasia. Extraer una primera conclusión es tan fácil como castizo: el saber sí que ocupa lugar, después de todo. Lo que los científicos británicos deducen es más complejo: el hipocampo, lugar del cerebro donde los neurólogos sospechan que puede residir la coordinación de la memoria, crece según aumenta la capacidad del individuo de navegar por su entorno.

No se trata de una simple memoria literal; la capacidad de recordar está tan entrecruzada y relacionada como posibles rutas hay entre dos puntos cualesquiera de una metrópolis. Se diría que el nombre dado al callejero es especialmente apropiado, porque lo que almacenan los cerebros humanos no es información, sino conocimiento. Y el hipocampo es, según parece demostrar el experimento londinense, lo que nos hace capaz de recordar y navegar por nuestro entorno, gracias al conocimiento adquirido a través de la experiencia.

En su libro El arte de la memoria, (Taurus, 1974), Frances Yates describe la mnemotécnica griega como una ciencia hermética, en la que cada idea o concepto se asocia a una habitación de un edificio, el Palacio de la Memoria. El origen de esta técnica se atribuye al poeta griego Simónides, pero su escuela se puede rastrear hasta el Renacimiento a través de Cicerón, Santo Tomás de Aquino y Giordano Bruno. Los novatos en este arte de recordar basaban sus palacios en edificios reales, pero los maestros podían inventar espacios artificiales, llenos de alcobas y nichos en los que depositar sus recuerdos. Que esta técnica, arte o ciencia de la memoria tenga una utilidad real es muy revelador: en el cerebro humano los recuerdos y la capacidad de visualización espacial están relacionados de una forma que permite recuperarlos a voluntad.

El título de este artículo es una metáfora inspirada por el descubrimiento londinense. Pido de antemano disculpas a los neurofisiólogos que, con el vello del cogote erizado, estén en este momento dejando caer su ejemplar de la Revista de Occidente y corriendo hacia sus escritorios para componer una bien mesurada pero enérgica carta de protesta al editor. No sé si Internet se parece más al hipocampo que a la hipófisis, o al menos no estoy muy seguro. Pero estoy convencido de que Internet actúa como un sistema nervioso de orden superior, que interconecta y coordina operaciones en las que la voz de la colmena es más eficiente, más cierta, más afortunada que la voz de cada uno de sus individuos.

Si el mundo está, como vislumbraba Teilhard de Chardin, recubierto de una noosfera, una capa de materia pensante con una conciencia propia, la Internet es el sistema nervioso artificial que nos permite pensar como una comunidad, con facultades que superan a la de cada una de sus partes, sea cualitativa o cuantitativamente. Esas partes que integran la noosfera somos nosotros, y la Web es nuestro hipocampo colectivo, la sede de nuestra común memoria y capacidad de asociación, navegación y filtrado. Teilhard de Chardin habría dicho que la evolución humana culmina en una evolución cultural y tecnológica, que se encarna en un órgano cerebral externo.

Anonymous said...

El usuario anónimo dijo...
Brillante articulos

10:40 AM


El usuario anónimo dijo...
Introducción: The Knowledge
La primavera pasada, una noticia recogida por la BBC llamó mi atención.
Científicos del London University College habían descubierto que los cerebros de los taxistas londinenses tenían el hipocampo más grande que los de las personas que no conducían taxis por Londres.

No sólo lo tenían más grande (de media, que se dice en estos casos) como colectivo; el crecimiento del hipocampo era más acusado en aquellos profesionales que llevaban más tiempo en el oficio. Ser taxista en Londres hace que le crezca a uno el hipocampo, vaya.

La causa de este crecimiento se atribuye al hecho de que para obtener la licencia, un taxista ha de conocer de memoria el intricado callejero londinense, también conocido como The Knowledge

El Conocimiento, con K mayúscula. El Conocimiento por antonomasia. Extraer una primera conclusión es tan fácil como castizo: el saber sí que ocupa lugar, después de todo. Lo que los científicos británicos deducen es más complejo: el hipocampo, lugar del cerebro donde los neurólogos sospechan que puede residir la coordinación de la memoria, crece según aumenta la capacidad del individuo de navegar por su entorno.

No se trata de una simple memoria literal; la capacidad de recordar está tan entrecruzada y relacionada como posibles rutas hay entre dos puntos cualesquiera de una metrópolis. Se diría que el nombre dado al callejero es especialmente apropiado, porque lo que almacenan los cerebros humanos no es información, sino conocimiento. Y el hipocampo es, según parece demostrar el experimento londinense, lo que nos hace capaz de recordar y navegar por nuestro entorno, gracias al conocimiento adquirido a través de la experiencia.

En su libro El arte de la memoria, (Taurus, 1974), Frances Yates describe la mnemotécnica griega como una ciencia hermética, en la que cada idea o concepto se asocia a una habitación de un edificio, el Palacio de la Memoria. El origen de esta técnica se atribuye al poeta griego Simónides, pero su escuela se puede rastrear hasta el Renacimiento a través de Cicerón, Santo Tomás de Aquino y Giordano Bruno. Los novatos en este arte de recordar basaban sus palacios en edificios reales, pero los maestros podían inventar espacios artificiales, llenos de alcobas y nichos en los que depositar sus recuerdos. Que esta técnica, arte o ciencia de la memoria tenga una utilidad real es muy revelador: en el cerebro humano los recuerdos y la capacidad de visualización espacial están relacionados de una forma que permite recuperarlos a voluntad.

El título de este artículo es una metáfora inspirada por el descubrimiento londinense. Pido de antemano disculpas a los neurofisiólogos que, con el vello del cogote erizado, estén en este momento dejando caer su ejemplar de la Revista de Occidente y corriendo hacia sus escritorios para componer una bien mesurada pero enérgica carta de protesta al editor. No sé si Internet se parece más al hipocampo que a la hipófisis, o al menos no estoy muy seguro. Pero estoy convencido de que Internet actúa como un sistema nervioso de orden superior, que interconecta y coordina operaciones en las que la voz de la colmena es más eficiente, más cierta, más afortunada que la voz de cada uno de sus individuos.

Si el mundo está, como vislumbraba Teilhard de Chardin, recubierto de una noosfera, una capa de materia pensante con una conciencia propia, la Internet es el sistema nervioso artificial que nos permite pensar como una comunidad, con facultades que superan a la de cada una de sus partes, sea cualitativa o cuantitativamente. Esas partes que integran la noosfera somos nosotros, y la Web es nuestro hipocampo colectivo, la sede de nuestra común memoria y capacidad de asociación, navegación y filtrado. Teilhard de Chardin habría dicho que la evolución humana culmina en una evolución cultural y tecnológica, que se encarna en un órgano cerebral externo.